Pero nadie nos enseñó como hacer para que los finales felices sean la parte fundamental de la historia personal, el eje central de la vida y no el macabro final de película de terror que siempre aparece y frustra cualquier tipo de ilusión bovariesca; ¡Qué joda! ¿No?
Emma Bovary se enamora, de cualquier personaje que su mente y corazón indique, no importa si es real o ficción, vive enamorada y con la mayor insatisfacción conocida, estado constante de las de mi género, y sin embargo nos educaron y nos preprararon desde niñas para una vida rosa, para la ilusión del amor verdadero, la ropa limpia, el despertar acompañada, el café mañanero y cada uno de esos placebos que nos van haciendo mas llevadera la espera, hasta que un dia nos viene a follar monsiuer fluoxac o monsieur prozac después de la aparición inminente de la ambivalencia: presencia-ausencia. Que siempre nos lleva a un estado de catalepsia del cual resulta dificil salir, pero salimos y regresamos de vuelta al punto de origen: La felicidad y la insatisfacción, jaja… y que más da? Es nuestra naturaleza y es la receta secreta para nuestro existir femenino:
1 taza bien colmada de cerezas, fresas, frambuesas y grosellas mezcaldas.
3 cdas de azúcar.
2 cdas de Kirsch ok, si no tienes usa brandy…
1 cdita de ralladura de limón.
3 cdas de queso crema
4 galletas de champaña o lengua de gato molidas
1/2 plátano.
Hierva las frutas (a excepcion del plátano) con el azúcar durante 8 minutos. Retire, cuele, reserve el jugo y deje enfriar. Bata el queso con un tenedor y agregue la ralladura del limón y las galletas molidas. Aguegue el jugo de la cocción y el kirsch formando una crema blanda. Coloque una base de esta crema en copas y cúbrala con la fruta roja antes de servir. Parta el plátano en rodajas y adorne con ellas su postre.
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